EL BÁCULO DEL OBISPO: La obediencia sacerdotal
By Bishop James R. Golka
"Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: ‘Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres’” (Hechos 5, 29).
Hoy hay en el mundo más de 400.000 hombres que respondieron a la llamada al sacerdocio. Son 400.000 hombres únicos e irrepetibles. No hay dos iguales, no hay dos con los mismos talentos, no hay dos que sigan el mismo camino hacia la ordenación.
Pero todos ellos tienen algo en común: su ordenación. Cada uno de ellos en su ordenación se postró, se puso boca abajo, simbolizando su indignidad para el cargo, su dependencia de Dios y su dependencia de las oraciones de la comunidad. Así que, ¡recen por sus sacerdotes!
Cuando visito las parroquias de ustedes, y cuando leo sus cartas y mensajes, a menudo ustedes me preguntan: “Obispo, ¿cómo puedo ayudar?”. Agradezco siempre el deseo de tantos de ustedes de apoyar a su obispo, a su diócesis y a su Iglesia. Una de las mejores cosas que los fieles pueden hacer por mí, por nuestra diócesis y por nuestra Iglesia es apoyar a sus sacerdotes y párrocos. Mi deseo para nuestros sacerdotes es que sean santos, sanos y felices. Sus oraciones y su apoyo son vitales para llevar a nuestros sacerdotes a ese lugar santo, sano y feliz.
Hablando de lugar, nos acercamos a esa época del año en la que pronto se anunciarán los traslados de los sacerdotes. Por supuesto, no todos los sacerdotes serán trasladados, pero algunos sí. Como todos sabemos, el cambio puede ser duro. A menudo, el cambio parece difícil porque puede parecer aleatorio, inesperado o injusto.
Cuando se trata de trasladar a nuestros sacerdotes, el proceso es cualquier cosa menos aleatorio, pero soy consciente de que hay muchos que quizá nunca hayan oído cómo funciona ese proceso, lo que puede hacer que parezca injusto. Sepan que el proceso es sencillo y se ocupa de la equidad, la justicia, de cada decisión.
Nuestra diócesis tiene una junta de personal sacerdotal que me asesora en numerosos asuntos que afectan a nuestros sacerdotes. Esa junta se reúne varias veces antes de recomendarme que traslade o no a un sacerdote. Los miembros permanentes de la junta son el Vicario General y el Vicario para el Clero, y en la junta de personal hay representantes de los sacerdotes elegidos por ellos mismos.
Cada año, un miembro de la junta entrevista a cada sacerdote y se le pregunta por sus deseos futuros. ¿Quieren quedarse donde están? ¿Quieren trasladarse? ¿Están preparados para un año sabático? Cada año me complace oír que la respuesta más común de mis hermanos sacerdotes es: “Iré donde me necesiten”.
No es una respuesta casual. Pido a mis hermanos sacerdotes que recen, y les pido que centren su oración en discernir dónde les necesita Dios. Esto requiere valor.
El proceso no empieza ni termina con este discernimiento personal. La junta de personal también tiene en cuenta las necesidades de la parroquia y las necesidades de la diócesis. La decisión de trasladar, o no trasladar, a un sacerdote puede ser difícil de tomar, y puede ser aún más difícil de aceptar; pero la voluntad del Espíritu Santo es lo primero, y las necesidades de la Iglesia son la prioridad.
Una vez más, cuando alguno de ustedes me pregunta en esta época del año: “¿Qué puedo hacer para ayudar?”. Yo ampliaría mi respuesta para aquellos que puedan estar en una parroquia recibiendo a un nuevo sacerdote o párroco añadiendo: “Por favor, hagan un esfuerzo extra para agradecer a su sacerdote saliente, y den la bienvenida a su nuevo sacerdote”. Recuerden que un traslado suele ser difícil, a veces muy difícil, también para el sacerdote. El apoyo temprano y sincero de ustedes puede suponer una gran diferencia a la hora de aliviar el estrés de un traslado para todos los implicados, el sacerdote, la parroquia y el obispo
Los traslados suelen ser tan duros para el sacerdote como para la parroquia; esto me lleva a otra experiencia común que todos los sacerdotes tienen en su ordenación. La última promesa que hace un sacerdote durante su ordenación la hace mientras se arrodilla ante su obispo. Coloca sus manos entre las manos de su obispo y promete obediencia a su obispo y a los sucesores de éste.
Este es un momento poderoso en la ordenación. El sacerdote es ordenado “in persona Christi”, en la persona de Cristo, y promete ser obediente. Esta es una promesa profundamente cristocéntrica, y refleja la naturaleza cristocéntrica de la llamada sacerdotal porque, como nos dice San Pablo, Jesucristo “se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2, 8). Nuestra Iglesia respeta y abraza la llamada a ser obedientes, y los sacerdotes estamos llamados a vivir esa obediencia de un modo profundo.
Al acercarse el verano y la perspectiva de recibir a un nuevo sacerdote, los invito a todos a comprometerse de nuevo a rezar por nuestros sacerdotes y párrocos. Estos hombres han entregado humilde y caritativamente sus vidas a Dios, a su obispo y a ustedes. ¡Ellos necesitan nuestro apoyo!
(Traducido por Luis Baudry-Simón.)
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