EL BÁCULO DEL OBISPO: Las vocaciones son la llave de la puerta a los sacramentos
By Obispo James R. Golka
Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos”. – Lucas 9, 1-2
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Es habitual que, durante las liturgias, un obispo lleve la mitra ceremonial. La mitra es un símbolo de autoridad. Es importante señalar que esta autoridad no significa: “Yo soy tu jefe y tú haces lo que yo digo”. Es una autoridad mucho mejor que esa. Esta es la autoridad que Jesús dio a los apóstoles y a la Iglesia (¡es decir, a nosotros!) para actuar en su nombre. Esto significa que cuando celebramos los sacramentos no estamos actuando o haciendo algo “meramente simbólico”. Los sacramentos son las cosas más “reales” que podemos hacer. Cristo prometió que estaría presente y actuaría en y a través de la actividad sacramental de la Iglesia. Para muchos de nosotros, los sacramentos son lo que nos mantiene comprometidos con nuestra fe católica. Por el milagro de la Encarnación, Jesucristo tomó carne física y habitó entre nosotros. Sabiendo que un día subiría al Cielo, dejó medios físicos para encontrarse con su Gracia.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina” (CIC 1131).
Algunos ejemplos obvios de los medios tangibles y físicos que la Iglesia emplea para cooperar en la transmisión efectiva de la Gracia de Dios son el agua del bautismo, el óleo de la confirmación y el pan y el vino de la celebración eucarística.
¿Qué tiene que ver este breve repaso de una parte de los sacramentos con la próxima Semana de Sensibilización Vocacional? Sin nuestros sacerdotes, nuestra vida sacramental acaba por secarse.
A medida que avanzamos en el actual Avivamiento Eucarístico, merece la pena reflexionar sobre la importancia de los sacramentos en general y de la Eucaristía en particular. Citando la Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, conocida como Lumen Gentium, el Catecismo nos recuerda la importancia del sacramento eucarístico en particular: “La Eucaristía es ‘fuente y culmen de toda la vida cristiana’. Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan” (CIC 1324).
Estamos llamados a reconocer la Eucaristía como el principio, la fuente, y el punto culminante, la cumbre, de nuestra vida cristiana. La conexión de los sacramentos con las vocaciones es ahora evidente: sin sacerdotes, no hay Eucaristía. Sin Eucaristía, no hay “fuente y cumbre”.
Este año tenemos seis nuevos hombres que han entrado en la formación del seminario en preparación para el sacerdocio. Se unen a los otros once hombres ya en formación, lo que nos da 17 seminaristas. ¡Qué bendición para nuestra diócesis! Sin embargo, nuestra labor de promoción de las vocaciones sacerdotales no ha hecho más que empezar.
¿Qué podemos hacer en nuestra diócesis para garantizar el acceso a los sacramentos mediante la promoción y el fomento de las vocaciones sacerdotales? La primera y obvia respuesta es que debemos orar sin cesar. También podríamos considerar formas específicas de oración.
Un estudio realizado a principios de este año por el Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado informó que una mayoría significativa de los hombres programados para ser ordenados sacerdotes en 2023 compartieron que sus dos prácticas de oración pre-seminario más comunes eran la adoración eucarística y el Rosario. ¿Qué podemos hacer? Podemos encontrar a Jesús en la adoración eucarística, rezar el Rosario y animar a nuestros jóvenes que pueden ser llamados al sacerdocio a hacer lo mismo.
La atención se centra aquí en la vocación sacerdotal y en garantizar que los católicos a los que tenemos el privilegio de servir tengan acceso a los sacramentos. Hay, por supuesto, otras llamadas vocacionales. Hay hombres llamados a ser diáconos permanentes, hombres y mujeres llamados a la vida religiosa, mujeres llamadas a la virginidad consagrada, así como vocaciones propias de los laicos (matrimonio y vida soltera). El hilo conductor de todas estas llamadas y del discernimiento posterior es la oración.
Si estás discerniendo en oración un llamado al sacerdocio, por favor comunícate con nuestro director de Vocaciones, P. Kyle Ingels (kingels@diocs.org). Se anima a los hombres que estén discerniendo la llamada al diaconado permanente a que hablen con el Director del Diaconado Permanente, Diácono Dan Tomich (dtomich@diocs.org). Las mujeres que disciernen la llamada a la vida religiosa encontrarán un oído atento y orientación de apoyo de varias órdenes de hermanas y monjas en nuestra diócesis, y la Hna. Quynh Pham tiene más información disponible (sr.quyhn@diocs.org).
Por último, ustedes, los padres, desempeñan un papel crucial en la creación de un ambiente de apoyo en el hogar en el que sus hijos puedan discernir los planes de Dios para ellos. Recen por sus hijos para que puedan discernir la voluntad de Dios, díganles que rezan por ellos y ayúdenles a rezar y a escuchar también.
Para los que están discerniendo, y para los que rezan pidiendo “obreros para la mies”, debemos acercarnos a Jesucristo con fe, esperanza y humildad; y acerquémonos también los unos a los otros con humildad, caridad y alegría. Tal vez el mayor recurso para atraer a otros a comprometer su vida con Cristo sea compartir la alegría que sentimos cuando nosotros mismos somos atraídos por Jesucristo.
(Traducido por Luis Baudry-Simón)
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