EL BÁCULO DEL OBISPO: Nuestro camino de Cuaresma con Cristo
By Bishop James R. Golka
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
El 22 de febrero celebramos el Miércoles de Ceniza y el comienzo de la Cuaresma.
El tiempo de Cuaresma es una época maravillosa para que la Iglesia reflexione más profundamente sobre el significado que tienen ahora nuestras vidas a causa del sufrimiento, la muerte y la resurrección de Cristo. Nuestro viaje cuaresmal con Cristo nos ayuda a recuperar la verdad de que nuestro propósito y destino no provienen de nosotros. Nuestra razón de existir está arraigada únicamente en Dios.
Al examinar nuestra cultura estadounidense, encontramos la presunción predominante de que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Este mito da lugar a la idea de que el propósito humano se encuentra en la adquisición, el control, el poder, la riqueza y la autonomía individual. Se supone que el propósito humano proviene de cualquier cosa que separe al individuo humano del resto del mundo. Esto es mentira.
El tiempo de Cuaresma nos revela a un Dios sumamente preocupado por nuestro mundo. Desde que Dios se hizo humano, nuestro mundo de significados está patas arriba. Lo humano no es la medida de todas las cosas. Más bien, lo humano es la revelación de lo divino. Muchas cosas en la tierra son preciosas, algunas son santas, y la humanidad es la más santa de la creación de Dios. Encontrarse con un ser humano es una oportunidad para sentir una imagen de Dios, la presencia de Dios. Dios es la medida de todas las cosas.
El tiempo de Cuaresma nos revela a un Dios que desea mucho estar en relación con nosotros. A menudo, la vida espiritual se caracteriza por formas y métodos de oración para que podamos encontrar a Dios en medio de nuestras múltiples actividades cotidianas. Entendemos la espiritualidad como nuestra búsqueda de Dios. ¡Esta no es la historia que encontramos en los Evangelios! La espiritualidad no es nuestro esfuerzo por encontrar a Dios; ¡más bien es el esfuerzo de Dios al buscarnos! La fe cristiana revela a un Dios en busca de la humanidad. Dios trabaja sin cesar para encontrarnos y salvarnos.
La Cuaresma nos revela a un Dios que desea vivir en asociación con nosotros. Es evidente que el Dios del Viernes Santo y del Domingo de Resurrección no se desentiende ni es indiferente a los sufrimientos y alegrías del pueblo de Dios. Dios no está fuera del alcance del sufrimiento y el dolor humanos. Dios está personalmente implicado, incluso conmovido, en la conducta y el destino de la humanidad.
Dejemos que este tiempo de Cuaresma transforme nuestros espíritus y nuestras mentes. Que salgamos de la estrechez del interés propio y nos abramos a la maravilla de Dios. La Cuaresma nos pide que invitemos a Dios a intervenir en nuestras vidas; dejar que la voluntad de Dios prevalezca en nuestros asuntos. Es la apertura de una ventana a Dios en nuestra voluntad, un esfuerzo por hacer de Cristo el Señor de nuestra alma.
Que Dios bendiga nuestro camino cuaresmal.
(Traducido por Luis Baudry-Simón.)
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