EL BÁCULO DEL OBISPO: Reevaluando nuestras prioridades durante la Cuaresma
By Bishop James R. Golka
Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es vida de ustedes, entonces también ustedes aparecerán con él, llenos de gloria. — Col 3, 2-4
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Como muchos de ustedes saben, a finales de febrero falleció mi hermana menor, Jean. Ha sido una pérdida muy difícil. Estoy agradecido y profundamente conmovido por la efusión de oraciones por el descanso de su alma y el consuelo de mi familia. Pude celebrar por ella el Rito de la Sepultura Cristiana en Grand Island la semana siguiente. Tener a tantos familiares y amigos cerca fue un verdadero regalo. Nunca es fácil perder a alguien tan cercano. Pero me consuela mucho mi fe en Cristo. En la Oración de Encomienda, encomendamos las almas de nuestra amada en las manos de nuestro Padre misericordioso, “con la esperanza segura y cierta de que, junto con todos los que han muerto en Cristo, resucitará con Él en el último día”. Esta es nuestra fe y nos sentimos bendecidos por tener tanta esperanza en Jesús.
Estas experiencias también renuevan la perspectiva sobre lo que más importa en la vida. En muchos sentidos, de eso trata también la Cuaresma. Hemos muerto al mundo y estamos llamados a vivir con la mente puesta en lo de arriba. Los diversos discípulos de la Cuaresma pretenden ayudarnos a purificar nuestro sentido de la finalidad cristiana, mientras tratamos de confiar cada vez más en Dios.
Una parte importante de la Cuaresma es bajar el ritmo para permitir que Dios hable a nuestros corazones. Si estamos demasiado ocupados para rezar, simplemente estamos demasiado ocupados. Si es así, algo tiene que cambiar. Si nuestra atención está más centrada en cosas que consumen mucho tiempo (Internet/TV, horarios apretados, compras, redes sociales, etc.) que en las cosas que realmente cuentan (la amistad con Dios, nuestras familias y amigos, el servicio al prójimo), la Cuaresma es un buen momento para volver a establecer prioridades. Podemos ayunar de las cosas que nos distraen de lo que más importa en la vida. En las veces que he ayudado a alguien a prepararse para la muerte nunca le he oído decir “ojalá hubiera visto un programa más” o “comprar más cosas me habría hecho más feliz”.
También es un buen recordatorio de que Jesús es el salvador del mundo. No los seres humanos. Puede ser abrumador leer sobre todas las cosas malas que pasan en el mundo y las crisis de la Iglesia. Ciertamente rezamos por estas cosas. Pero en lugar de sentirnos abrumados o desanimados, deberíamos dirigir nuestra atención a las vidas de quienes nos rodean. Cuando nos distraemos demasiado con los problemas globales, corremos el riesgo de no hacer nada práctico para ayudar a los que están justo al lado. En lugar de obsesionarnos con los temas de actualidad que acaparan titulares (que son muy reales), podríamos invertir más en nuestros matrimonios, familias, parroquias, escuelas y barrios. Estos lugares reales están llenos de gente real. Sus vidas importan de verdad. Y aquí es donde el Señor quiere que sirvamos primero.
Si recuerdan cuando el diablo tentó a Jesús en el desierto, el diablo le dijo que le daría a Jesús todos los reinos del mundo si se postraba y le adoraba. Muchas personas se ven tentadas hoy por esta misma oferta. Algunas personas harán cosas atroces en su intento de conseguir resultados globales. Algunos incluso venderían su alma mientras intentan hacer del mundo “un lugar mejor”. Jesús no funciona así. Él vino a salvar el mundo, alma por alma. Y así es como trabajan sus discípulos. Los cristianos son naturalmente escépticos ante las estrategias a gran escala para arreglar las cosas que están rotas en el mundo. Amar a la persona que está a nuestro lado, cuidar de un corazón herido, eso es una apuesta segura. Llevar el amor de Dios a aquellos con los que vivimos, trabajamos y con los que nos cruzamos en el camino. Las cosas más importantes de la vida rara vez aparecen en los titulares. Vivir oculto en Cristo es una forma realmente genial (e impactante) de vivir.
Aunque la Cuaresma tiende a ser más apagada y sombría, trae consigo un sentimiento de profunda alegría a medida que nos acercamos a la Pascua. Esa alegría proviene de permitir a Dios un mayor acceso a nuestro corazón y a nuestra vida. Habla de la presencia del Espíritu Santo que actúa en nosotros y a través de nosotros. Todo esto es una gran manera de prepararse para las alegrías de la Pascua y la resurrección de Jesús.
Que Dios los bendiga a cada uno de ustedes en este santo tiempo de Cuaresma.
(Traducido por Luis Baudry-Simón.)
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