EL BÁCULO DEL OBISPO: Renovar nuestra fe en Pascua
By Bishop James R. Golka
Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”. – Juan 11, 25-26
Kerigma es una palabra griega que significa “proclamación”. El kerigma no es sólo un anuncio de noticias. Es la proclamación de la salvación: que Jesús vino a salvarnos del pecado y de la muerte, y que nos invita a una relación con Él.
El P. John Riccardo, fundador del ministerio Hechos XXIX a las parroquias, resume el kerigma en cuatro palabras: Creado, Capturado, Rescatado, Respuesta. Esta es la historia de la salvación: que fuimos creados por Dios para relacionarnos con Él, que fuimos capturados por el enemigo y esclavizados por el pecado, y que Jesús, la segunda Persona de la Trinidad, se hizo hombre para sufrir y morir a fin de rescatarnos del pecado. La última parte es nuestra respuesta: ¿lo creemos?
Nuestra respuesta a esa pregunta lo cambia todo.
Si tu respuesta a esta pregunta es “sí”, entonces todo lo que ocurre tiene un significado profundo. Jesús se hizo hombre y murió para que pudiéramos estar en relación con el Padre. También nos invita a su misterio pascual: su sufrimiento, muerte y resurrección.
Por el bautismo, morimos al pecado y nos convertimos en hijos amados del Padre. Se nos da la oportunidad de compartir una vida nueva y divina. Cuanto más vivimos la vida en unión con Cristo, más empezamos a parecernos a Él, y más capaz es Él de obrar a través de nosotros. Esta unión significa que incluso nuestros sufrimientos comienzan a tomar un aspecto de eternidad, porque sufrimos en Cristo y por Cristo. Pase lo que pase en el mundo, pase lo que pase en nuestro país, nos pase lo que nos pase, Cristo estará ahí. Él puede redimir y transformar nuestro sufrimiento, igual que redime y transforma el horror del Calvario en salvación.
Si tu respuesta a la pregunta “¿crees?” es “no”, me gustaría animarte a averiguar por qué. ¿Qué cosas te impiden decir “sí” a la salvación que Jesús quiere darte?
Hay muchas voces que claman por tu atención. El maligno te dirá que te rindas y que la muerte tiene la última palabra. El mundo intentará distraerte, adormecerte en tu dolor y avergonzarte en tu sufrimiento. Puede que otras personas te digan que no importa lo que hagas, o que tú no importas.
Pero tú le importas a Jesús. Él tiene sed de ti. Estés donde estés, nunca dejará de intentar encontrarte y llevarte a él.
Si tienes dudas, llévalas ante el Señor. Dedica cinco o diez minutos de esta Semana Santa a meditar sobre lo que Jesús hizo por ti en la Cruz y a pedirle ayuda. Tal vez puedas pedirle a tu párroco o diácono que se reúna contigo y hablarle de las áreas en las que tiene dificultades. Es importante que Dios y la Iglesia te acompañen en esa lucha. Sé sincero contigo mismo y con Dios. Él suplirá lo que falte.
En Pascua, la Iglesia nos invita a renovar nuestras promesas bautismales. Renunciamos públicamente a Satanás y renovamos públicamente nuestra fe en Dios. Decimos “no” a las mentiras del diablo y “sí” a las promesas de Dios. Los Sacramentos nos ayudan a ser fieles a esas promesas. Cuando nos encontramos con Nuestro Señor en los Sacramentos, especialmente en la Sagrada Comunión, él nos lo da todo. Nos da a sí mismo.
Como he mencionado antes, hay muchas fuerzas que actúan para socavar nuestra fe. La división y la polarización forman parte del aire que respiramos. Esto no es de Dios. El Papa San Juan Pablo II escribió unos años antes de su muerte que “los gérmenes de desunión, que la experiencia cotidiana muestra tan profundamente arraigados en la humanidad a causa del pecado, son contrarrestados por la fuerza unificadora del cuerpo de Cristo. La Eucaristía, precisamente edificando la Iglesia, crea comunidad humana” (Ecclesia de Eucharistia, 24). Jesús nos da acceso a su presencia unificadora en la Eucaristía. Sólo él puede curar la oscuridad del mundo. Quiere estar unido a nosotros y ayudarnos a trabajar con él en esa misión.
En este tiempo de Pascua, te invito a que dejes que Jesús en la Eucaristía sane cualquier zona de pecado y división en tu corazón. Si no puedes recibir a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión, haz una Comunión Espiritual y pídele a Jesús que se una a ti espiritualmente. Piensa en lo mucho que le costó a Jesús hacernos este increíble regalo. Déjate fascinar por él y que tu fe se renueve mientras nos regocijamos en la victoria de la Resurrección
(Traducido por Luis Baudry-Simón.)
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