EL BÁCULO DEL OBISPO: La escuela de nuestra fe
By Bishop James R. Golka
Al comenzar el mes de septiembre, es el momento del año en el que vuelven las escuelas, incluidas nuestras escuelas católicas, que son una parte indispensable de la misión continua de evangelización y catequesis de la Iglesia.
El 15 de septiembre también es el Domingo Catequético en el que la Iglesia en los Estados Unidos reconoce y comisiona a los catequistas para que enseñen la fe en nuestras parroquias en todo el país. Quiero expresar mi sincera gratitud a todos nuestros maestros y catequistas en la diócesis que han abrazado personalmente el mandato de Jesús: “enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado” (Mateo 28, 20). Su testimonio y enseñanza son esenciales en la vida de la Iglesia, porque si no conocemos verdaderamente a Jesús, no podemos ser sus discípulos.
También quiero aprovechar esta ocasión para examinar la importancia de la catequesis como escuela de fe en la vida de cada uno de nosotros. En mi anuncio como vuestro nuevo obispo, dije que desde niño he estado fascinado con Jesucristo. No habría tenido esa profunda relación con Cristo, ni mi vocación, si no hubiera sido por la catequesis que recibí de mis padres, mis profesores y otras personas que me enseñaron la fe católica. Por eso la catequesis es tan importante para todos los que queremos seguir a Cristo.
La palabra “catequesis” viene de una palabra griega que significa “hacerse eco”. Al igual que un eco en un cañón nos devuelve perfectamente nuestra voz y nuestras palabras, la labor de la catequesis transmite fielmente las mismas palabras y la revelación de Jesús que Él ha confiado a la Iglesia. A través de la catequesis, recibimos la revelación personal de Dios: quién es, qué ha hecho por nosotros y su santo plan para la Iglesia y nuestras vidas. Sólo a través de una catequesis fiel y continua podemos tener una verdadera relación personal con Cristo y convertirnos en sus discípulos.
En el corazón mismo y en el centro de la catequesis está la persona de Jesucristo, que es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14, 6). La catequesis nos lleva a una relación personal con Jesús, que es el camino al Padre. San Juan Pablo II enseña que “el fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo Él puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad” (Catechesi tradendae, 5). La catequesis nos lleva también a la verdad que Jesús, que es plenamente humano y divino, revela sobre Dios y sobre la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios. La catequesis también nos ayuda a parecernos más a Cristo y a compartir su vida, porque lleva a cabo la transformación y renovación de nuestras mentes y corazones para que podamos vivir verdaderamente como Él, como sus discípulos. San Juan Pablo II resume este gran fruto de la catequesis cuando afirma: “La catequesis tiende pues a desarrollar la inteligencia del misterio de Cristo a la luz de la Palabra, para que el hombre entero sea impregnado por ella Transformado por la acción de la gracia en nueva criatura, el cristiano se pone así a seguir a Cristo y, en la Iglesia, aprende siempre a pensar mejor como Él, a juzgar como Él, a actuar de acuerdo con sus mandamientos, a esperar como Él nos invita a ello” (Catechesi tradendae, 20).
Por tanto, la catequesis no sólo debe formar parte de la vida de cada cristiano, sino que debe ser un empeño de toda la vida para conocer más profundamente a Cristo y su misión y plan para nuestras vidas. Como nos recuerda audazmente San Juan Pablo II: “Hay que repetirlo: en la Iglesia de Jesucristo nadie debería sentirse dispensado de recibir la catequesis” (Catechesi tradendae, 45). Esto es aún más válido hoy en día cuando tenemos acceso a abundantes oportunidades para aprender nuestra fe a través del Catecismo de la Iglesia Católica, así como a libros, videos, sitios web, podcasts y aplicaciones católicos fieles. Cuanto más conozcamos nuestra fe y la vivamos con convicción, más capaces seremos de ser testigos convincentes de Jesucristo en el mundo de hoy.
También es importante recordar que todo cristiano bautizado está llamado a ser maestro de la fe. Por nuestro bautismo, compartimos la misión profética de Cristo de enseñar la fe mediante la palabra y el testimonio dentro de la vocación particular a la que Dios nos ha llamado. Los obispos y los sacerdotes son los principales catequistas en sus diócesis y parroquias. Los padres son los principales catequistas de sus hijos en su iglesia doméstica que es la familia. Los laicos, de una manera única, son catequistas a través de la palabra y el testimonio en los lugares ordinarios de la cultura secular donde viven y trabajan. La tarea de la catequesis nos pertenece a todos y está en el corazón mismo de la misión evangelizadora de la Iglesia.
Así pues, al comenzar el nuevo curso escolar, recordemos que la escuela más importante de todas es la escuela de nuestra fe. Oremos para que el Espíritu Santo nos inspire no sólo a ser receptores más ardientes de la catequesis, sino también a ser maestros y testigos audaces de Jesucristo. Siempre hay que “volver a la escuela” cuando se trata de aprender nuestra fe.
(Traducido por Luis Baudry-Simón.)
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